Einstein y su relatividad en la Mecánica Celeste

Albert Einstein nunca estuvo de acuerdo con la precisión de la teoría de Newton en relación con el movimiento de los planetas. Lo que hizo Einstein fue aplicar su Teoría de la Relatividad General a la mecánica celeste, llegando a demostrar la existencia de la radiación gravitacional, un descubrimiento que le llevó, junto a otras importantes contribuciones, a obtener el Premio Nobel de Física en el año 1921.

Imagen del físico alemán Albert Einstein

Para el eminente físico alemán, la gravedad se originaba por una curvatura producida en el espacio-tiempo.

Espacio, tiempo y gravedad

Einstein afirmó que una órbita es en realidad una línea recta. Por ello, cuando un objeto cae hacia otro lo que hace es viajar en línea recta a través del espacio-tiempo. Pero la curvatura del tiempo acaba doblando su trayectoria en una órbita cerrada, que, al mismo tiempo, hace que el espacio se curve sobre sí mismo. La distancia entre dos puntos es exactamente ese espacio de curvatura.

Por este motivo Einstein aseguraba que no se podía hablar de tiempo y espacio de forma separada, había que hacerlo dentro de un mismo concepto. Por ejemplo, un objeto con mayor masa siempre tendrá mayor gravedad, y dicha masa, además de deformar el espacio, también altera el tiempo.

Albert Einstein llegó a resolver la ecuación creada por Newton aplicando la Teoría de la Relatividad, explicando por qué la gravedad provocaba el movimiento de los planetas. Los astrónomos modernos han aceptado de forma casi unánime esta visión de la mecánica celeste, asumiendo que si para Newton la gravedad era la fuerza que se generaba entre los cuerpos, para Einstein la gravedad es geometría.

La gravedad origina una curvatura en el espacio-tiempo

La mecánica celeste relativista fue introducida, además de por Einstein, por el físico polaco Leopold Infeld y por el físico británico Banesh Hoffman. Años después ha sido perfeccionada en sus detalles por los físicos rusos Vladímir Aleksándrovich Fock y Victor A. Brumberg, por el inglés M.H. Soffel y por el físico francés Thibault Damour.


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