Origen de la observación celeste

Todo comenzó con la aparición del ser humano sobre la tierra. El hecho de que hubiese periodos de luz que se alternaban con otros de oscuridad debió de ser la primera señal para que el hombre otease los cielos.

Pinturas de Lascaux, en Francia

La siguiente fue las variaciones que producían la proximidad o el alejamiento del sol, responsable de los cambios estacionales. Cuando advirtió estas diferencias, ajustó las épocas de caza o de recolección.

Mitos, religión, magia...

El hombre primitivo veía en las alteraciones celestes fenómenos inexplicables que le aterraban. Su total desconocimiento le llevó a creer que en el cielo habitaban seres todopoderosos, responsables de cuanto acontecía en el firmamento.

El hecho de que el cosmos influyese en los destinos de las tribus, hizo que sus moradores convirtiesen a estos seres en una especie de dioses a los que había que adorar e idolatrar para no enfadarlos. De esta forma pretendían conservar sus cosechas, asegurar la provisión de caza o, sencillamente, no morir de frío.

Observación global

El componente religioso marco el origen de la observación astronómica. Muchos de los astrónomos que observaron y estudiaron el cielo en la antigüedad fueron denostados, perseguidos e incluso juzgados y ejecutados. De hecho, muchos de estos componentes religiosos todavía se mantienen en muchas culturas como supersticiones.

Templo maya, en México

La práctica de la observación desde sus orígenes fue un fenómeno universal. En todos aquellos lugares en los que vivió el hombre a lo largo del planeta desde su aparición se han encontrado todo tipo de manifestaciones relacionadas con este tema. En las paredes de las cuevas europeas, en las pirámides de Egipto y de los mayas, o en los templos de la antigüedad de todas las culturas queda patente que el hombre observaba y estudiaba las variaciones celestes.


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