La carrera hacia la Luna

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El año 1955 fue crucial para los vuelos espaciales. Proclamado por la comunidad científica internacional como año geofísico internacional, tanto la Unión Soviética como los Estados Unidos anunciaron su voluntad de lanzar satélites artificiales.

La Unión Soviética pensó utilizar como cohetes espaciales sus grandes misiles balísticos intercontinentales; los EE.UU., al no poseer misiles de la potencia de los rusos, prepararon el Proyecto Vanguard. La idea era emplear un cohete a combustible líquido ya existente, el Viking, como primera sección y, como segunda y tercera, pequeños cohetes a combustible sólido.

Pero había demasiada prisa: el Proyecto Vanguard fue un desastre, una serie de lanzamientos frustrados con los vehículos que se destruían a veces sin siquiera alzarse de la rampa de lanzamiento. El fracaso del Vanguard fue acrecentado por los éxitos soviéticos: el 4 de octubre de 1957 se puso en órbita el Sputnik 1, un satélite artificial con un peso de 184 libras que realizaba una vuelta alrededor de la Tierra cada 95 minutos. El cohete empleado por los soviéticos habia sido un misil balístico oportunamente readaptado.

Un mes más tarde, los rusos lanzaron el Sputnik 2, un satélite con un pasajero a bordo, una perra de nombre Laika. Los Estados Unidos. por lo tanto, se vieron obligados a actuar de prisa. Abandonado el desastroso Proyecto

Vanguard, se pensó en otro cohete. Bajo la guía de Werner von Braun, un equipo de ingenieros construyó el Júpiter, una versión ampliada del cohete Redstone, que preveía el empleo de una segunda sección formada por cohetes de combustible sólido.

El 31 de enero de 1958, exactamente 84 días después de aprobado el proyecto de von Braun, el primer Júpiter puso en órbita al Explorer 1, el primer satélite artificial americano. Entusiasmados por el éxito, los políticos americanos se dieron cuenta que era necesario crear un ente espacial civil que se encargaría de todas las actividades espaciales de carácter pacífico, dejando al Ejército, la Marina y la Aviación las empresas exclusivamente militares.

Nace así, el 1 de octubre de 1958, la NASA (National Aeronautics and Space Administration) que sustituyó a la ya existente NACA (National Advisory Committee por Aeronautics). En los años siguientes, gracias a la NASA, el primitivo liderazgo ruso en cohetes espaciales, fue mitigado.

Sello ruso de Yuri Gagarin

En abril de 1961, los soviéticos emplearon un cohete Vostok para poner en órbita al primer hombre, Juri Gagarin. La tecnología espacial americana, en lo relativo a cohetes, fue más diversificada: hubo diversas familias de vehículos. El cohete Júpiter de von Braun fue reelaborado y se convirtió en el cohete Juno, un vehículo de cuatro secciones capaz de generar 150.000 libras de potencia.

Otras dos importantes familias de cohetes americanos fueron las de los Atlas y de los Titán. Gracias a un Atlas D en 1962 el astronauta John Glenn se convirtió en el primer americano en órbita.

Desde 1957 von Braun soñó con un cohete capaz de desarrollar más de un millón de libras de potencia. Y desde 1959 trabajó en el proyecto Saturno. Cuando el primer cohete Saturno estuvo preparado, todos aclamaron al prodigio y la carrera hacia la Luna se volcó en favor de los americanos.


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