Uno de los paisajes más sobrecogedores e impactantes de la geografía mundial son los desiertos, lugares plagados de mitos sobre ingenuos, duendes y diablillos transformados en piedra.
Son territorios extraños que parecen propios de otro mundo que nos atrae y asusta a partes iguales.
Desde aquí vamos a analizarlos descubriendo sus características, su posible origen y también sus estructuras y elementos propios. Promete ser un viaje sumamente interesante, ¿te apuntas?
Es frecuente confundir desierto con zona árida cuando realmente no son lo mismo. Una región árida es aquella cuyas precipitaciones son escasas, así como su vegetación, reducida a pequeñas matas aisladas entre las que aflora el suelo desnudo y seco. Tanto es así que las regiones polares como la que observamos en la imagen, por ejemplo, no se consideran zonas áridas porque a pesar de que la vegetación es muy escasa, el suelo no está seco debido a las precipitaciones en forma de nieve.
Aun así muchos especialistas hablan de desiertos fríos o polares porque usan los factores térmicos para realizar subdivisiones y así distinguen desiertos cálidos (por ejemplo, el Sáhara), templados (como los páramos del mar de Aral) y fríos (sería Islandia, entre otros).
Las regiones áridas y semiáridas ocupan aproximadamente un tercio de la superficie de nuestro planeta.
En los desiertos las precipitaciones son muy escasas y la vegetación suele concentrarse en puntos concretos llamados oasis, como se percibe en la imagen. Suelen señalar la existencia de agua a cierta profundidad. No todos los desiertos son de arena, también existen desiertos pedregosos.
En este capítulo:
Fotografía de naturaleza |
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